Un reciente estudio ha evaluado si andar distancias progresivamente mayores, mejora el tratamiento del dolor lumbar crónico.
Se trató de un “ensayo clínico controlado y aleatorizado” realizado en Canadá, en el que participaron 174 pacientes con dolor lumbar crónico (es decir, de 3 o más meses de duración), con o sin dolor referido o irradiado a la pierna, y en los que se había comprobado que el dolor les permitía andar y no había ningún otro motivo médico que se lo impidiera.
Todos los pacientes llevaron un podómetro durante 5 días, para determinar la distancia media que andaban antes de iniciar su participación en el estudio. Luego tuvieron un encuentro individual con un fisioterapeuta, que les explicó la conveniencia de mantener el mayor grado de actividad física que el dolor permitía, y les entregó un ejemplar del “Manual de la Espalda” (un texto que incita a no dejarse vencer por el dolor y a mantener el mayor grado de actividad física, evitando sólo aquellas actividades que al hacerlas realmente desencadenen o empeoren el dolor).
Después, los pacientes fueron asignados aleatoriamente a dos grupos. En el primero (“grupo control”) se aplicó el tratamiento habitual para el dolor lumbar en el entorno en el que se realizó el estudio. En el segundo (“grupo intervención, o experimental”), a los pacientes, además, se les instruyó para que durante los siguientes tres meses llevaran un podómetro como mínimo cinco días por semana, y un fisioterapeuta les llamó una vez por semana durante esos tres meses para valorar el número de pasos diarios que había dado la semana anterior, y acordar el objetivo de pasos diarios que el paciente tendría que intentar alcanzar durante la siguiente semana, de manera a irlo aumentando de manera individualizada. Así, cada paciente del grupo experimental tuvo contacto como mínimo una vez al mes con un fisioterapeuta y fijaron conjuntamente cada semana el objetivo de pasos diarios en función de su estado y progreso.
El programa experimental de caminatas progresivas se mantuvo durante 3 meses, y la evolución de los pacientes de ambos grupos se valoró a los 3, 6 y 12 meses. El parámetro principal para determinar la evolución fue el grado de discapacidad debido a dolor lumbar, y se usaron métodos previamente validados para determinar tanto ese parámetro como la intensidad del dolor, el grado de actividad física, la calidad de vida relacionada con salud, y otras tres variables sobre las creencias relativas a cuál era la mejor manera de manejar su dolor de espalda.
De los 174 pacientes reclutados, 138 (79%) acudieron a la evaluación establecida a los tres meses, y 96 (55%) a la de los 12 meses.
Los resultados demostraron que no hubo ninguna diferencia entre la evolución de los pacientes de ambos grupos. Es decir, añadir este programa de incremento progresivo e individualizado del número de pasos diarios, careció de efecto sobre la intensidad del dolor lumbar, el grado de discapacidad que genera, la calidad de vida y las variables psicológicas que se analizaron.
Un análisis posterior de los datos, sugirió que, específicamente entre los pacientes que inicialmente andaban poco (menos de 7.500 pasos diarios), el programa de incremento progresivo de los pasos diarios mejoró algo el grado de discapacidad, y que el grado de mejoría resultaba estadísticamente significativo (en comparación al propio estado previo de los pacientes -no al grado de mejoría observado en el grupo control-) sólo a los tres meses (es decir, justo después de terminar el programa experimental de inducción a la caminatas cada vez más duraderas), mientras que a los 6 ni 12 meses esa mejoría bordeó la significación estadística sin alcanzarla. Esto puede reflejar que los pacientes dejaron de aplicar el programa cuando terminaron las sesiones de refuerzo por parte del fisioterapeuta, de manera que el efecto obtenido se fue agotando, y/o a que, al ser menor en cada control el número de pacientes que acudió a las sesiones en las que se valoraba su estado, la potencia estadística fue menor y, aunque la magnitud del efecto se hubiera mantenido, la diferencia con respecto al estado previo no hubiera alcanzado la significación estadística.
Los resultados de este estudio y los de estudios previos sobre el efecto de andar, apuntan consistentemente a que lo realmente importante en casos de dolor lumbar crónico, es mantener el mayor grado de actividad física que realicen, y que cuál sea esa actividad (andar, nadar, bailar, hacer tai-chi, yoga, etc.) no tiene tanta importancia como el hecho de que se haga alguna. Cualquier actividad física es mejor que ninguna, y las diferencias entre un tipo y otro, si existen, parecen ser nimias.
En este estudio, eso explicaría que el programa educativo centrado en el “Manual de la Espalda”, que recibieron los pacientes de ambos grupos, ya hubiera obtenido el efecto esperable por el mantenimiento del grado de actividad física, y que la adición del programa de caminatas progresivas no hubiera podido mejorar esos resultados. También explicaría que el efecto del programa evaluado hubiera sido más perceptible entre aquellos pacientes que previamente se movían muy poco, pues para ellos habría supuesto una manera (tal vez, como otra cualquiera) de incrementar el grado de actividad física habitual.
De hecho, esa interpretación es consistente con las conclusiones de un ensayo clínico previo realizado en España con pacientes atendidos en la Atención Primaria del Sistema Nacional de Salud, en el que los resultados positivos obtenidos por un programa educativo grupal centrado en el “Manual de la Espalda”, no mejoraron más cuando se añadió un programa fisioterápico que requería ocho veces más tiempo y atención personalizada.
En conclusión, los resultados de este ensayo clínico y los de los estudios previos, coinciden en señalar que conviene que los pacientes con dolor lumbar crónico hagan tanta actividad física como el dolor les permita (es decir, hagan todo excepto aquello que, al hacerlo, eventualmente desencadene o agrave el dolor). Y como el efecto de cualquier programa de actividad física decae en el tiempo si no se mantiene, y hasta ahora no se han demostrado grandes diferencias entre los resultados de un tipo de actividad y otro, puede ser conveniente que cada paciente haga el tipo de sactividad que le resulte grata y estimulante, a fin de que sea más probable que lo mantenga en el tiempo.
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