Un reciente estudio ha evaluado la efectividad, de la denervación por radiofrecuencia para el tratamiento de los pacientes con dolor de cuello en los que el dolor se origina en la “articulación facetaria”.
La articulación facetaria es la que une dos vértebras yuxtapuestas por detrás de la médula. Hay dos por cada segmento vertebral (derecha e izquierda), y se asumen que en algunos casos el desgaste o la sobrecarga de la articulación puede causar dolor, aunque es frecuente observar signos de degeneración de la articulación en personas perfectamente sanas sin ningún dolor.
En los casos en los que se asume que el dolor se origina en la articulación, uno de los tratamientos que se pueden plantear es la rizólisis, que consiste en destruir el nervio que inerva la articulación facetaria. En la rizólisis por radiofrecuencia, el nervio se quema por el calor generado por una corriente eléctrica creada por ondas de radio. La idea es que la destrucción del nervio impida que pueda percibirse el dolor que se genere en la articulación.
Para evaluar la efectividad del procedimiento, se realizó un ensayo clínico controlado, aleatorizado y a doble ciego. Se seleccionaron 76 pacientes con dolor cervical de 90 o más días de duración, que se separaron en dos grupos (“intervención” y “control”). A los pacientes de ambos grupos se les inyectó bupivacaína (un anestésico local), y se les realizó una rizólisis por radiofrecuencia. Se exploró físicamente al paciente para determinar el nivel en el que la articulación facetaria era dolorosa por palpación, y el procedimiento se realizó en ese nivel, el superior y el inferior (de manera que, para cada paciente, se destruyeron los nervios que inervan la articulación en tres segmentos cervicales; por ejemplo, en los pacientes en los que se determinó que el dolor se originaba en la articulación situada entre la cuarta y quinta vértebras cervicales -C4/C5-, además de ese nivel se realizó una rizólisis en los niveles C3/C4 y C5/C6). El procedimiento se realizó de acuerdo con los estándares habituales (en términos de los criterios para identificar a los pacientes en los que se determinó que el dolor se originaba en la articulación, la intensidad y duración de la corriente, etc.).
La diferencia consistió en que, en los pacientes del grupo control, el generador que inducía la corriente eléctrica estaba desconectado. Sin embargo, todo el procedimiento era aparentemente el mismo que en el grupo intervención, y el paciente no podía saber si en su caso concreto el generador estaba o no estaba conectado.
Se siguió la evolución de los pacientes durante seis meses, evaluándose la intensidad del dolor, el grado de restricción de las actividades cotidianas (“discapacidad”) debido al dolor, el uso de analgésicos, y el efecto percibido por el paciente.
Los resultados mostraron que no hubo ninguna diferencia significativa entre la evolución de esos parámetros, entre los pacientes a los que se les realizó una (verdadera) rizólisis por radiofrecuencia y aquellos en los que el procedimiento simplemente se simuló.
Estos resultados sugieren que la rizólisis por radiofrecuencia no es eficaz para el tratamiento del dolor cervical, incluso cuando este se asume que se origina en la articulación facetaria (lo que supone su principal indicación).
Eso puede significar que los criterios para identificar a los pacientes en los que el dolor se origina en la articulación no son suficientemente específicos (de manera que la rizólisis se realizó a pacientes en los que realmente la articulación no era responsable del dolor, lo que explicaría que la destrucción del nervio que la inerva no tuviera efecto), que el procedimiento no fue capaz de destruir el nervio (aunque hay datos experimentales que sugieren lo contrario), o que la articulación tiene inervación adicional (de manera que, aún destruyendo esos nervios, el procedimiento no logró eliminar la percepción del dolor originado en la articulación)
En todo caso, la conclusión de este estudio cuestiona que en la práctica se realicen rizólisis a los pacientes con dolor cervical (incluso específicamente en aquellos en los que se asume que el dolor se debe a la afectación de la articulación), cuando estos son identificados (sólo) por exploración física y sus imágenes radiológicas.
Sin embargo, previamente se había demostrado que la rizólisis es eficaz en los pacientes con dolor cervical originado en la primera articulación facetaria, en los que se comprueba que esa articulación es realmente la responsable del dolor mediante una serie de infiltraciones anestésicas (de manera que una de ellas es falsa -es decir, se inyecta una sustancia que no es un anestésico-, y otras dos son reales -es decir, se inyecta un anestésico-, y se comprueba que el paciente percibe una mejoría significativa tras las infiltraciones reales y no tras la infiltración falsa -sin saber cuál de las tres es). Eso sugeriría que el aspecto clave es la selección de los pacientes en los que realizar la rizólisis, y que sería conveniente aplicar en la práctica clínica habitual un criterio de selección tan estricto como el que se aplicó en ese estudio, para asegurar que el procedimiento se realiza en los pacientes que realmente se van a beneficiar de él.
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